Aunque el islam se divide en diversas denominaciones que adoptan a menudo posiciones divergentes, en los últimos tiempos la amenaza terrorista en el mundo occidental es sobre todo de matriz islámica. Con la aparición del Estado Islámico y su dominio de parte de Irak y Siria, el extremismo adopta un proyecto geopolítico más amplio en el escenario de Oriente Medio. Sin embargo, gracias al acuerdo nuclear con Irán, Occidente puede encontrar un aliado estratégico en la región, según piensa Roberto Rapaccini en este artículo publicado originalmente en Studi Cattolici (septiembre 2015).
Una versión
de este artículo se publicó en el servicio impreso 69/15
Hasta
el año 2000, el terrorismo se veía en Europa como una emergencia exclusivamente
nacional. En concreto, España se enfrentaba al terrorismo de ETA, mientras que
el Reino Unido tenía la problemática de la violencia en Irlanda del Norte. El
terrorismo islámico, seguido de cerca por los Estados Unidos, en Europa no se
consideraba un asunto de importancia comunitaria. Las iniciativas de la Unión
Europea se limitaban a supervisar la situación nacional de los Estados
miembros. Pero el ataque a los EE.UU. en septiembre de 2001 puso de manifiesto
que el terrorismo islámico era una amenaza de importancia primaria para todo el
mundo occidental, incluida Europa, como más tarde demostraron los trágicos
atentados de Madrid (2004) y Londres (2005). El enfoque adoptado por los
servicios de inteligencia en el análisis del terrorismo es distinto del
aplicado al crimen organizado. También este último, para ser contrarrestado de
manera efectiva, debe ser objeto de examen y estudio. Pero en el caso del
terrorismo hay que tener en cuenta que los fenómenos subversivos son
generalmente el producto erróneo de una ideología, y por lo tanto, el momento
del análisis es de primordial importancia para la prevención y represión. La
sociedad islámica está impregnada de una religión especialmente invasiva, que
expresa una exigencia de radical transformación de las instituciones en sentido
confesional: en consecuencia, aunque el islam y el terrorismo no se pueden
considerar directamente relacionados entre sí, sin embargo se percibe que la fe
musulmana persigue un proyecto político que puede constituir un terreno fácil
para el nacimiento de manifestaciones violentas. Cabe señalar en primer lugar
que, al analizar la verdadera actitud del islam hacia Occidente, nos
encontramos con la dificultad de su carácter heterogéneo. El islam, de hecho,
no puede considerarse como una mónada de rasgos definidos, ya que se divide en
muchas denominaciones que, a menudo, adoptan posiciones divergentes entre sí.
Irán
podría ser ese aliado estratégico en el mundo islámico del que Occidente tiene
una necesidad vital Los equívocos de la yihad
El
terrorismo islámico es una forma de poner en práctica la yihad. El
término se traduce a menudo como “guerra santa”, significando con ello el
recurso colectivo a la violencia para el sometimiento de los infieles. De
hecho, yihad en el árabe estándar significa genéricamente
máximo esfuerzo y, a menudo, es seguido por la expresión fi sabil Allah,
que quiere decir “a lo largo del sendero de Dios”; por lo tanto, con esta frase
debería entenderse la lucha interior e individual que el fiel realiza en todos
los momentos de la vida con el fin de prepararse a la comprensión de los
misterios divinos y resistir a las pulsiones ajenas o contrarias a la moral
religiosa. Por otra parte, la guerra santa en árabe no se llama yihad sino al
Harb al Qdsiyah. Si se atribuye al término yihad el
significado de una movilización colectiva para la defensa del islam, desde el
fin del Califato en 1924 se ha planteado la cuestión de qué autoridad, en
cuanto guía de la comunidad musulmana, puede declararla. En ausencia de un
califa, solo los líderes políticos musulmanes podían ser depositarios de este
poder; era problemático, sin embargo, identificar concretamente qué líder
musulmán podría ser considerado un primus inter pares. Pasando por
encima de la autoridad política de los estados musulmanes o la de los líderes
religiosos, Al Qaeda antes y ahora el Estado Islámico parecen haberse atribuido
el poder de proclamar la yihad contra los gobiernos
considerados antiislámicos, filooccidentales o simplemente corruptos y
descreídos; por lo general, sus iniciativas terroristas no tienen fines locales
(es decir, estratégicamente limitados al impacto en el contexto regional en el
que se realizan), sino que se proclaman como un instrumento de un proyecto
geopolítico más amplio. En cambio, la mayor parte de las organizaciones
terroristas islámicas persiguen fines limitados al territorio en el que se
realizan.
El
Estado Islámico, por delante de Al Qaeda
La
publicación del informe anual (del año 2014) del Departamento de Estado de
Estados Unidos sobre el terrorismo en el mundo contiene un dato aparentemente
trivial: la brutalidad del Estado Islámico coloca al grupo yihadista por
delante de Al Qaeda como líder del terrorismo global. Esta afirmación puede dar
lugar a algunas reflexiones sobre las estrategias de los grupos subversivos
violentos. La iniciativa criminal de los movimientos de matriz islámica, que a
menudo tiene carácter suicida, se produce por lo general en medio de la
población, causando de manera indiscriminada muchas muertes de civiles. Este
modo de actuar no es casual: estas iniciativas, que generan un riesgo al que
están expuestos todos los miembros de la comunidad civil de manera
indiferenciada, crean un sentimiento general de inseguridad y de miedo. Se ha
constatado que muchos movimientos terroristas de inspiración no islámica
planifican actos criminales con el fin de afectar solo a objetivos
predeterminados (por ejemplo, planean el asesinato de personalidades
institucionales o políticas), evitando cuidadosamente implicar a civiles de
forma indiscriminada. El terrorista de matriz islámica, en cambio, crea un
sentimiento generalizado de miedo a través de la implicación amplia e
indiscriminada de la población civil; este modo de actuar radicaliza el
conflicto con el mundo occidental, mostrando la ausencia de interés en llegar a
una pacificación.
Los
euroyihadistas
El
reclutamiento de yihadistas en Europa es cada vez mayor. Es un tema complejo
que no se puede subestimar reduciendo estos casos a situaciones de falta de
integración de los nuevos inmigrantes. El fenómeno se refiere tanto a los
nuevos conversos de nacionalidades occidentales como a los inmigrantes de
segunda generación, nacidos y criados en Occidente. Son irrelevantes las clases
sociales de origen: una investigación sociológica ha puesto en evidencia la
falsedad del cliché según el cual el terrorista sería indigente o perteneciente
a las clases más desfavorecidas; se ha comprobado que algunos autores de actos
criminales de matriz islámica habían completado estudios universitarios,
mientras que otros tenían trabajo fijo, en algún caso de buen nivel. En el
pasado el reclutamiento de potenciales terroristas se realizaba a través de la
aproximación al radicalismo islámico en el seno del entorno familiar o mediante
amigos. Si el joven se mostraba sensible, su formación se hacía más incisiva
con el fin de convertirlo en un muyahidin, un combatiente
yihadista. El ambiente más habitual de estas iniciativas eran las mezquitas,
que no son solo lugares de culto, sino también ámbitos en los que, a nivel
local, se organiza una parte importante de la vida social, tienen lugar eventos
convivales y se refuerzan los sentimientos de solidaridad entre los musulmanes.
La visión fundamentalista –generalmente de tipo salafista– inducida
en los jóvenes es un terreno fértil para que se forme la convicción del deber
de ir a combatir en Siria o en Irak para apoyar al Estado Islámico, la
vanguardia de la yihad global. A esta fase sigue el contacto
directo con un miembro activo de la subversión para dar respuesta a las
aspiraciones del recién afiliado proporcionándole el apoyo material necesario. En
la actualidad, esta práctica se ha vuelto más arriesgada y menos eficaz como
resultado de las actividades preventivas de los servicios de inteligencia, y se
le ha añadido la propaganda en la web de predicadores especialmente carismáticos.
(…) Las páginas web se preparan con mucho cuidado, con vídeos e imágenes
pensadas para provocar el rechazo a la cultura occidental, traidora e infiel, y
considerar la guerra a favor de los hermanos musulmanes en dificultad como una
obligación para el verdadero creyente. El reclutamiento de yihadistas no es un
fenómeno de masas, y se limita a los jóvenes particularmente desorientados por
el relativismo dominante. El Estado Islámico, con su eficaz aparato de
propaganda, ofrece como alternativa sólidos principios fraguados con su
propensión a la certeza fácil. De modo más o menos consciente, algunos jóvenes
sienten que la inseguridad generada por la crisis de identidad pueden superarla
a través de su incorporación a un grupo cohesionado por la fe.
La
génesis de la amenaza fundamentalista
La
actualidad nos ha acostumbrado a considerar como natural el enfrentamiento
político con los países islámicos. En realidad, esta situación tiene un origen
reciente. Hasta los años 70, de hecho, la cultura musulmana era motivo de
atención solo para los estudiosos de la materia, mientras que la mayoría de las
personas, inmersas en su propio etnocentrismo, observaba con desapego y con
curiosidad superficial un mundo caracterizado por costumbres tan distintas a
las nuestras; su interés se centraba exclusivamente en las apariencias, las
superestructuras, los aspectos exóticos. Los árabes que entonces emigraban a
los países europeos intentaban integrarse, abandonando espontáneamente la
costumbre de llevar la vestimenta tradicional, mientras que actualmente el
retorno al uso del niqab, el chador, el burka y
el qamis se ha convertido en un medio para expresar el rechazo
de la homologación occidental. El islam, en esos días, no tenía un valor
político; en Turquía, desde los días de Kemal Atatürk, y en Irán, gobernado por
la familia Palhevi, tenían lugar unos procesos de modernización y
occidentalización, mientras que en los países árabes, empezando por el Egipto
de Nasser, se afirmaba un socialismo de cuño secular. La situación comenzó a
cambiar en 1979 con la Revolución iraní de Jomeini, que indicaba una vía
musulmana al futuro, que no coincidía con un retorno al pasado, sino que,
por el contrario, aspiraba a construir un futuro alternativo. (…) Desde
entonces, el islam se ha convertido en una realidad geopolítica enfrentada a un
Occidente agnóstico (incorrectamente definido cristiano por la
propaganda fundamentalista). Los países islámicos salían de un anterior eclipse
de lo sagrado. Este cambio de importancia histórica, que no ha sido
comprendido bien, se convirtió en terreno fértil para la génesis de la amenaza
fundamentalista y terrorista de matriz islámica.
El
terrorista islámico pretende crear un sentimiento generalizado de miedo a
través de la implicación indiscriminada de la población civil Irán, ¿aliado
estratégico de Occidente?
El acuerdo firmado el 14 de julio después de prolongadas negociaciones entre los llamados 5 + 1 (es decir, los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU + Alemania, como representantes de la comunidad internacional) e Irán, tiene una gran importancia histórica con probables repercusiones sobre la amenaza terrorista de matriz islámica. De hecho, Irán está considerado como un estado patrocinador del terrorismo, en cuanto comprometido en conductas peligrosas y desestabilizadoras del Medio Oriente: contribuye a sostener el régimen de Assad en Siria, apoya a Hezbolá en el Líbano y a Hamás en la Franja de Gaza, ayuda a los rebeldes houthi en Yemen. El acuerdo tiene como objetivo principal el control del programa nuclear de Irán: los organismos responsables podrán verificar que está dirigido a fines civiles, y, como contrapartida, se suprimirán las sanciones que pesan sobre el Estado persa. La principal consecuencia será la entrada en el mercado del petróleo iraní, con caída de los precios y otros efectos no del todo imaginables. Irán, de hecho, sale del aislamiento al que le habían relegado el embargo y la interrupción de las relaciones comerciales, para volver a ser un interlocutor normal de Occidente. En el contexto geopolítico actual, es una gran noticia: Irán podría ser, en una perspectiva estratégica, ese aliado en el mundo islámico del que Occidente tiene una necesidad vital. En primer lugar, su adhesión al tipo chií del islam hace que sea un socio fiable para contrarrestar el Estado Islámico, y sobre todo, la ambigüedad del mundo islámico sunita, cuyas actitudes de condena del Estado Islámico, a menudo no se corresponden con los hechos: algunos componentes de las monarquías suníes del Golfo proporcionan apoyo económico, militar y político al fundamentalismo que tiene su punta de lanza en el Estado Islámico. Además, el actual gobierno de la República Islámica de Irán es sólido, moderado y reformista, y está valorando los progresos en el campo de las libertades civiles que fueron objetivos del pasado líder Jatamí, quien con su presidencia hizo pensar en la llegada de una posible primavera de Irán, abortada con el ascenso de Ahmadineyad. La población persa, sustancialmente está secularizada, y conserva un sustrato cultural occidental. Sin embargo, no debemos olvidar que la compleja arquitectura de doble vía de ese país prevé en el gobierno, además de un vértice civil, el presidente Rouhaní, a un líder religioso, el ayatolá Jamenei, expresión del espíritu conservador teocrático y freno real del progreso. (…) Hay que reconocer a Obama haber conducido las negociaciones completando este proyecto a pesar de la hostilidad manifiesta de Israel y la menos aparente de las tradicionales aliadas monarquías saudíes que temen la ascensión de la potencia iraní en la región de Oriente Medio. (…) [Cfr. Aceprensa, 20-07-2015: “Ante el acuerdo nuclear con Irán: Crece la desconfianza en Oriente Medio”.]
Terrorismo franchising
En
junio de 2014 Abu Bakr al-Baghdadi, conocido como el jeque
invisible y guía del Estado Islámico, declaró la institución de un
califato –denominado Estado Islámico– en los territorios ocupados en Siria e
Irak, con el fin de extender su autoridad sobre todas las tierras habitadas por
musulmanes. Las relaciones entre Estado Islámico y Al Qaeda no son claras: por
una parte, se ha hablado de su rivalidad en el liderazgo del yihadismo mundial
–también en relación con su diferente visión estratégica, ya que Al Qaeda da
prioridad al ataque contra el enemigo externo, es decir, contra Occidente,
mientras que el Estado Islámico dirige su atención a un proyecto de
homologación del universo musulmán según sus dictados–; por otra, de una
alianza, o más en concreto, de su posible fusión (o mejor, Al Qaeda estaría
dispuesta a confluir en el Estado Islámico), con resultados devastadores y
lamentables para un Occidente asediado por la amenaza de los terroristas
islámicos. Irán sigue siendo el verdadero aliado de Occidente en contra del
Estado Islámico, apoyando un ejército iraquí que se desmorona poco a poco y
pierde sus capacidades defensivas y ofensivas reales. Frente al Estado
islámico, algunos países del Golfo, a pesar de una declarada y débil hostilidad
de fachada, mantienen una actitud ambigua y un probable apoyo financiero. La
falta de iniciativas concretas para combatir el Estado Islámico por parte de
Estados Unidos y Europa, que contemporizan peligrosamente, da lugar a la
sospecha de que hay un interés no declarado de algunos países a favor de la
existencia del Estado Islámico, aunque en términos territorialmente y
militarmente contenidos. En la compleja región del Oriente Medio, de hecho, la
presencia del Estado islámico sunita puede ser un instrumento para contrarrestar
y equilibrar la potencia emergente, la República chiita de Irán, que en virtud
del acuerdo sobre la cuestión nuclear y la revisión de las sanciones, está
destinada a recuperar todo su anterior peso político. Hoy, los actos
terroristas imputables a la matriz yihadista se hacen a menudo por células
independientes que se autoacreditan como exponentes de una organización
determinada. Se habla de franchising del terrorismo. En otras
palabras, el terrorismo islámico parece estructurado verticalmente desde el
punto de vista de la toma de decisiones, y horizontalmente desde un punto de
vista operativo y ejecutivo. Esta característica convierte, de hecho,a una
organización terrorista centralizada con objetivos globales en peligrosas
agencias en las distintas áreas del mundo con objetivos locales e
impredecibles.
Roberto
Rapaccini
ha
trabajado en Bruselas para la Comisión Europeaen las estrategias comunitarias
para la lucha contra el terrorismo.